¿Puede la actividad física prevenir que enfermemos?
Podemos afirmar que la actividad física tiene la capacidad de activar o desactivar genes que influyen en el correcto funcionamiento del organismo.
Esta activación o desactivación, se produce a través de mecanismos epigenéticos, que son cambios en la expresión genética, y que modifican como se utilizan los genes.
La actividad física influye a través de:
– Regulación de genes relacionados con el metabolismo.
- La actividad física activa genes responsables de la oxidación de las grasas y del metabolismo de los carbohidratos, lo que mejora el balance energético del cuerpo y previene la acumulación excesiva de grasa.
– Inflamación y estrés oxidativo.
- La actividad física disminuye la expresión de genes proinflamatorios, y aumenta los genes antiinflamatorios.
- La actividad física, también neutraliza el estrés oxidativo; un factor que contribuye al envejecimiento y a diversas enfermedades crónicas.
– Mantenimiento del tejido muscular.
- La actividad física activa genes que promueven la síntesis de proteínas musculares, favoreciendo la regeneración y mantenimiento del músculo.
– Neuroplasticidad y salud cerebral.
- El ejercicio estimula la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), que es clave para la neurogénesis (creación de nuevas neuronas) y la neuroplasticidad, mejorando la memoria y la función cognitiva.
– Prevención de envejecimiento prematuro.
- La actividad física, regula la expresión de genes que protegen los telómeros; es decir, puede ralentizar el acortamiento de los telómeros, lo que a su vez retrasa el envejecimiento celular.
En definitiva, cuando no hay suficiente actividad física:
– Los genes relacionados con la inflamación, el almacenamiento de grasa, y la degradación muscular pueden activarse.
– Los genes beneficiosos que regulan la salud metabólica, la reparación celular, y la capacidad antioxidante pueden disminuir su actividad.